Phil, ¿qué te inspiró para iniciar el proyecto “96 Horas en Biel/Bienne” y cómo lo abordaste? Fui invitado a pasar 96 horas en Biel/Bienne, con total libertad para fotografiar lo que me pareciera interesante. Sin planes, solo caminando, perdiéndome a propósito y dejando que la ciudad me hablara. Esa libertad es donde surgen los mejores momentos.

¿Qué escenas o momentos te impactaron más? Los contrastes: la parte industrial, el lago, la naturaleza. Personas de todo tipo. No buscaba algo “perfecto”, sino momentos reales: alguien esperando el autobús, una luz especial en una calle. Esos son los detalles que me atraen.

¿Cómo es tu proceso fotográfico? Uso Leica, digital y película en blanco y negro. Espero el momento justo, guiado por el instinto. Luego selecciono las imágenes que cuentan una historia y transmiten una emoción.

¿Qué papel tuvo el laboratorio en dar vida a tu visión? Es crucial. El laboratorio se encarga de editar, imprimir y montar con precisión. No es solo imprimir una imagen, es capturar el sentimiento, el grano, los tonos. Confío plenamente en su trabajo.

¿Cómo viviste la experiencia de ver tus obras expuestas? Verlas impresas y en la pared fue muy potente. En gran formato, cobran una nueva dimensión. Fue gratificante ver cómo las personas reaccionaban a ellas.

¿Qué hace único este proyecto? No es solo documentar la ciudad. Se trata de cómo se siente estar allí. No quise mostrar una visión turística, sino los momentos reales y crudos. Las fotos reflejan la emoción de esas 96 horas.